¿Qué tanto puedo hacer o qué tanto podemos hacer juntos?
La crisis climática antropogénica marca profundas
diferencias socioambientales. Quienes estamos en la vereda de los no afectados
(aún) observamos pasivamente como se suceden eventos extremos e intensos, se
extinguen especies o aumentan las listas de vulnerabilidad, aumenta la sequía o
se inundan territorios, sumado a otros conflictos políticos, guerras, sanitarias,
alimentarias y económicas, que complejizan abordar e implementar soluciones, y
nos llevan a reflexionar: “qué tanto puedo hacer”.
Esta época, acotada en la escala geológica, llamada Antropoceno,
debido a la acción humana, acelera devastando a su paso la disponibilidad de
recursos y las especies. Así y todo, la vida ultra digitalizada, dependiente de
la electricidad, de los fósiles presentes en lo cotidiano, la medicina, la
ropa, los artefactos, los combustibles, entre otros; evidencian que son las acciones
colectivas (no las individuales) de educación, de cambios en estilos de vida,
de transformación tecnológica y de cambios a energías renovables en las
matrices energéticas, las que podrían revertir, lo que hemos hecho al planeta y
a quienes más sufren las consecuencias del cambio climático.
El desafío de una transición energética justa, se
desenvuelve en un escenario desafiante, algunas razones: 1) ¿vale la pena
distinguir el origen y quienes de la humanidad causan este desastre con el
objeto de asignar mayor responsabilidad? dado que en África, América Latina,
Asia y Europa oriental no sólo presentan indicadores de desarrollo humano
deficientes o marcadas inequidades sociales y de pobreza energética, sino
que además presentan consumos percapitas de energía muy bajos comparados con
los países del hemisferio norte. Entonces, al distinguir a los responsables,
acaso ¿se harán cargo de las soluciones que hasta ahora han ignorado o no han implementado?,
y 2) el dilema de que la misma situación a nivel global, se reproduce en un
país, donde hay marcadas diferencias de consumo de energía proveniente de
fósiles en centros urbanos comparada con extensas zonas rurales, y 3) la problemática
intergeneracional, los gases de efecto invernadero y la descarbonización.
Los gases de efecto invernadero tienen un tiempo de vida en la atmósfera de
centenas de años, debido a esto, lo que se emite hoy, tendrá consecuencias en
el clima durante cientos de años más. Sumado al modelo económico que prima, hace
muy complejo decidir en invertir en soluciones transformacionales estructurales
para el futuro si la “generación humana que invierte no verá ni gozará de su
propia inversión”, como diría un economista “no es una decisión costo-eficiente
con un retorno en el tiempo”. Es aquí, donde se justifican las políticas de
largo plazo, las comprometidas que generaran profundos cambios tecnológicos,
las que se proponen como objetivo “que tanto podemos hacer juntos”.
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